jueves, mayo 26

El pianista

Domingo tras domingo, semana tras semana, cruzaba la inestable puerta de aquel anfiteatro abandonado. Me gustaba escabullirme en las desoladas plateas, para verlo lucirse con ese antiguo piano de cola, en aquel enorme escenario desértico.
Un domingo, mientras desplegaba sus habiles dedos sobre las teclas de ese maravilloso instrumento, como cada semana, se me cruzo por la mente ¿como una persona que arecia venir de la mas alta nobleza, perdia el tiempo en algo tan absurdo como aquello? No lo entendía.
Pense que lo mejor era esperar a que terminara la pieza para preguntarle. Observaba con cierta curiosidad la concentracion del pianista. Las luces del elegante candelabro que estaba sobre el instrumento, permitia ver un poco mas alla del artista. Detras de las enormes cortinas color purpura, pude notar que entre las tinieblas habia dos siluetas, probablemente, tambien espectadores de aquel magico concierto privado. Apenas terminó, acomodó su saco, se desajustó la evita que le rodeaba el cuello y justo cuando se disponía a empezar una nueva pieza, hice notar mi presencia saliendo de entre las sombras de mi palco lateral. 
Tome coraje y dije, -Disculpe si os molesto...-. Volteo su cabeza hacia mi, mirándome con unos expectantes ojos grises. Nerviosa, respire y seguí,-tengo gran interés en saber, porque               
os molestáis en venir cada domingo a tocar el piano, se nota, por vuestro ropaje, que pertenecéis a la nobleza-. Me sonrió con dulzura, se puso de pie y me explicó,-Visto esta que no entendéis nada-, respiró profundo y continuó,- no interesa en realidad eso-. Retrocedió unos pasos hacia las sombrías siluetas que estaban aun detrás de las cortinas, -esto no me impide venir una vez por semana y dedicar unas horas de mi tiempo haciéndole compania a estas personas olvidadas por la sociedad- dijo señalando a una parejita de ancianos.
-Yo solo aporto mi alegría y mi música y se que con eso los haré felices hasta la próxima semana-. Se sentó frente al piano e impregno nuevamente la sala con su música.
Por Simón Furca.

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